miércoles, 2 de febrero de 2011

- SOBRE EL DESTINO DE UN PAÍS -


     Egipto está sumergido en una revuelta popular contra el gobierno, contra la dictadura, contra Mubarak. Viendo que a sus vecinos los tunecinos les salió bien ¿por qué no imitarles?. Cada día se organizan manifestaciones (o sin organizarlas) repletas de banderas de Egipto, de Palestina, de Túnez, de partidos políticos, de carteles contra Mubarak, de jóvenes, de adultos, de niños, de policías.

     En mi calle está situado el consulado de Egipto de Milán, y es allí donde se reúnen y alzan sus voces. Italianos de algunos partidos de izquierdas protestan junto a ellos por conseguir un país mejor. Carecen de un líder que pueda organizarles, pero siempre surgen naturalmente. Son miles las personas que se juntan a reivindicar un país libre, hacen más ruido que en El Cairo. Cortan las calles próximas a Loreto, la plaza que durante unos días vio colgado a otro famoso dictador.


     La policía intenta evitar que avancen, que entren al consulado. Los más formales separan a los radicales de la policía. La policía con cascos, porras y escudos antidisturbios forman una barrera. Refuerzas sus “lecheras”. En algún policía se aprecia el deseo de recibir la orden de empezar a repartir palos, mientras apura el cigarro todo protegido sus ojos reflejan sangre, mientras en primera fila del otro bando se encuentran niños a hombros de sus padres agitando los brazos y dando voces como sus mayores.
Muchos me confundían con un periodista, posaban para mí, pedían que les sacara fotos y me preguntaban que en que periódico saldrían. Situado en todo el centro de la revuelta echaba de menos una buena cámara. La policía retrocedía. Tuve que cambiar tres veces la bicicleta de sitio debido al avance de la manifestación. No podían ocupar Loreto, sería mucho trastorno al tráfico, no les dejaban avanzar más, llegaron a un acuerdo una mujer que hacía de líder con el jefe de policía, los desviaron por una calle oscura y poco importante.

     La batería de mi cámara se acabó y volví a casa para dejar la bici y coger la de video. Frente al consulado sonaba en unos grandes altavoces “Bella ciao”, no pude dejar de cantarla en toda la noche. Los volví a encontrar en Loreto pero eran bastantes menos, se peleaban por ser entrevistados por los medios de comunicación. Negociaban la manifestación del día después, el jefe de policía contaba que la ley italiana establece que para ser legal debe ser convocada con tres días de antelación, pero siempre se pueden hacer cosas al margen de la ley. Entre los siete que estábamos se hizo una votación, era en árabe. Mientras, al igual que algunos intentaban hacerse los líderes, otros intentaban ser profetas, dando discursos escupiendo saliva por encima de las masas de gente a la luz de las grandes cámaras de video. Algunos de sus discursos eran antioccidentales y los aplausos tronaban en la plaza. Se fue disolviendo poco a poco. Entre ellos se observaban disputas, por los métodos, por su gobierno, por su futuro.

     Cuando no pasábamos de la veintena las “lecheras” fueron recogiendo a los policías, que con tristeza subían quitándose las protecciones, hoy no habían dado palos.
Después venían las reflexiones. ¿Es correcto utilizar a los hijos con fines políticos, en lugares peligrosos? Creo que no es el lugar más apropiado. ¿Los antidistubios disfrutan repartiendo? Sus caras decían que sí. ¿Eliminar un dictador? Sí, siempre. ¿Egipto está en condiciones de imitar a Túnez? No, Túnez está llena de franceses con larga tradición democrática. ¿Dejar el gobierno en manos del destino con miedo a que los grupos radicales antioccidentales se hagan con el poder?

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