El día 3 de febrero, por San Blas, en algunos pueblos de la comarca de Tarancón se celebra una antigua y simple tradición. Esta consiste en ir al campo (normalmente al paraje de la ermita) con un bocadillo de tortilla de patata y chorizo en un panecillo redondo hecho en especial para este día, de postre naranja. Tan simple como esto, se convierte en una de las festividades más concurridas, esperadas y divertidas. Si el día acompaña es genial para aprovechar un día rodeado de amigos o familiares, y naturaleza.
Los más pequeños corretean entre los árboles, saltan a la comba, patean balones, hacen de exploradores, escalan. Mientras, los no tan niños, acompañados de litros de cerveza ríen, cantan, charlan, juegan. No se necesita mucho para pasarlo en grande.
¿El fondo religioso en todo esto? Si lo hay, lo desconozco.
Este día es elegido como fiesta en los colegios. Recuerdo un año de instituto que el director era de fuera, no comprendía las tradiciones populares, decidió no dar este día como fiesta y colocarlo vecino a otra festividad para darse unas vacaciones. Amenazó a los alumnos que no asistiesen, intentamos negociar con salir antes, no aceptó. Como buenos taranconeros nos saltamos las dos últimas horas de clase para preparar nuestros bocadillos y desplazarnos a la ermita. El director lleno de orgullo nos dejó sin viaje de fin de curso, contra padres, madres, vecinos y alumnos (lo exagero un poco). Cumplimos con nuestro deber. Unos años después se largó lejos, no dejó ningún amigo.
Después, los años que estudié en Madrid, siempre guardamos la tradición. Al menos en cuanto a comida, lo bonito de ir al campo con quien quieres no, hay poco campo en la capital y es periodo de exámenes.
Hoy, en Milán, me vienen recuerdos. Cuando jugaba al fútbol bajo el sol, aún con el bocadillo en la mano que mi exagerada madre había hecho, y yo tan lento acababa siempre el último mitad del partido mientras mi madre me gritaba “acábate el bocadillo”. Cuando grababa un video a un amigo sobre como comer una mandarina. Cuando otro cruzaba el horizonte con un paquete de pañuelos en la mano para hacer sus necesidades. Cuando nos tirábamos con cartones desde lo alto de la ladera a modo de trineo. Cuando debatíamos sobre el paradero de las chicas de clase. Cuando estaba totalmente concentrado en el partido y mi madre gritaba “ponte la chaqueta”. Cuando la ermita era infinita. Cuando se posaban las cigüeñas en el campanario y tu abuelo te recordaba “por San Blas las cigüeñas verás”. Cuando se iba poniendo el sol y mis amigos se iban retirando.
PD: El chorizo siempre se me caía. Mantener un bocadillo redondo muy abultado con una mano mientras juegas al fútbol tiene su dificultad.
BUEN SAN BLAS
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