Esta noche multitud de personas celebran Halloween, para otros muchos será noche de los difuntos, día de las ánimas o víspera de todos los Santos. Aunque se trata de una tradición céltica para despedir el verano y empezar un nuevo año, lo que abunda son jóvenes disfrazados de personajes de películas de miedo pidiendo caramelos, haciendo gamberradas o emborrachándose en cada esquina (según la edad). En algunos sitios se celebran procesiones de encapuchados pidiendo limosna por las calles, pero son los menos.
Cada año con más fuerza, esta fecha imita las recientes tradiciones estadounidenses, perdiendo la identidad y personalidad de su propio pueblo. Todo occidente parece estar rendido a esta festividad, incluso el mundo oriental se está contagiando. Unos lo celebran por simple divertimento, una excusa más para salir a la calle a disfrutar ya que el día siguiente no es laborable. Las tiendas se aprovechan para hacer publicidad y aumentar sus ventas, una fiesta consumista que subrayan en el calendario al igual que San Valentín o Papá Noel.
El caso es que tendemos a la globalización y estamos perdiendo tradiciones en favor, una vez más, de los estadounidenses.
Un pequeño grupo, un mercadillo celta, resiste en la ciudad donde habito con conciertos, actuaciones y otras formas de celebrar esta noche. Quizás luego ellos también pinten sus caras y salgan disfrazados de drácula o de brujas, espero que no. Pero ¿hasta que punto renunciamos a nuestra cultura o ideales por pasarlo bien?
Celébrenlo o no, de una forma u otra, pero pásenlo bien.
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